Learn the natural progression of the birthchart on the basis of a seven-year rhythm per house. It is how a Bulgarian-Uruguayan astrologer managed to make dozens of warnings and predictions.
El siglo XX pasará a la historia del conocimiento humano como el renacer de la astrología. Después de un invierno estéril, iniciado en el siglo XVII con la expulsión de este saber de las universidades francesas y, décadas más tarde, ya en el siglo XVIII, con el advenimiento de la Ilustración, la astrología regresaba al primer plano de la actualidad cultural y científica en el siglo pasado. El verdadero inicio de este despertar no fue, como recogen los libros de historia, las obras que llegaron con el cambio de siglo, ya fueran las de Fomalhaut o H. Selva en Francia o las de Alan Leo en Inglaterra. Ni siquiera los intentos serios y pretendidamente científicos del francés Paul Choisnard. En verdad, la resurrección de la astrología empezó en Europa en los años veinte, cuando se suceden las investigaciones y hallazgos que permitirán vislumbrar la verdad que se esconde tras esta disciplina. De hecho, ya en 1898, el Premio Nobel de Química Svante Arrhenius inició un estudio científico para analizar el efecto de la luna en el tiempo y en los seres vivos. Sin embargo, será a partir de 1920 cuando A. L. Chizhevsky y los doctores Faure y Sardou empiezan a estudiar las manchas solares y su relación con la vida aquí en la Tierra. Décadas más tarde, otros investigadores establecerán puentes entre la astrología y la realidad que nos envuelve: Ellsworth Huntington, Maki Takata, Frank A. Brown o Giorgio Piccardi, entre muchos otros. Un hito importante en la historia de la astrología es la aparición en 1955 de la obra L’influence des astres: étude critique et expérimental, a cargo de Michel Gaquelin. Son las primeras estadísticas astrológicas de este psicólogo e investigador galo. Aunque sus planteamientos eran imperfectos, por desgajar y considerar parcialmente esta disciplina (algo que señala correctamente el autor de este libro), sus estadísticas abrieron una brecha definitiva en el pensamiento científico moderno. De hecho, muchas de las estadísticas de Gauquelin se han replicado con éxito y no han podido ser refutadas. Después, otros muchos investigadores han publicado estadísticas que confirman, aunque sea de forma parcial, a la misma astrología: las del profesor Suitbert Eertel, las de T. Shanks, o las réplicas a los trabajos de Gauquelin por parte de Arno Müller o Suitbert Eertel, también profesores en universidades europeas. Pero, dejando a un lado la herramienta estadística, otros científicos han aportado interesantes hallazgos, y de todo tipo, en los últimos tiempos. Es el caso del alemán Theodor Landscheidt o del Dr. Percy Seymour, astrofísico y astrónomo sudafricano.
La investigación de David Bustamante sigue este camino ejemplar, emprendido en el siglo pasado por unos pocos estudiosos de la astrología. En nuestro campo, necesitamos perentoriamente investigaciones con un perfil similar. La obra que el lector tiene en sus manos es un ensayo astrológico que, como otros en la misma línea, puede ayudar a situar la astrología en el lugar que sin duda merece. Frente a una producción editorial llena de manuales con recetas astrológicas inútiles, a menudo copias unos de otros, y que apenas aportan nada a este saber, el presente estudio se desmarca con éxito de esta uniforme y gris realidad bibliográfica. El tema en sí es una investigación acerca de la posible relación entre astrología y genética, y este vínculo o paralelismo es, ciertamente, más que sugerente o tentador: es altamente probable, con base en lo que se vislumbra en este trabajo. Ambas disciplinas, genética y astrología, comparten una realidad indiscutible: son distintos códigos con carácter hereditario que, de manera paralela, muestran una misma realidad, aunque en diferentes órdenes y de un modo diferente. Además, como se evidencia en este ensayo, el grado de interrelación entre ambos campos no solo es interesante, sino también sorprendente. Esta conexión, si no desde un punto de vista físico o biológico, bien se puede dar en un nivel metafísico, en un nivel que solo ahora empezamos a poder entrever. No descubriré aquí los diferentes apartados, ni siquiera la esencia de Astrogénesis, pues es un trabajo que merece ser leído de primera mano por el lector, pero sí puedo decir que, aunque las correspondencias que el autor desvela son realmente prometedoras, la verdadera importancia de este trabajo descansa en su condición seminal. Es decir: es una semilla que se ha sembrado para que con el tiempo otros investigadores tomen el testigo, profundicen y desarrollen el tema hasta sus últimas implicaciones, que pueden ser desde biológicas hasta filosóficas.
Debe apuntarse también que esta obra ofrece no solamente una novedosa y original tesis sobre astrología y genética, sino que de forma amena incluye diferentes apartados transversales, elementos científicos y astrológicos que apuntalan el grueso de su investigación. Además, la visión astrológica del autor, cercana a la astrología que cultivaban Jean-Baptiste Morin o Adolfo Weiss, impregna este estudio, ofreciendo como valor añadido su ejemplificante concepción pura, profunda y científica de la astrología. La obra supone, en suma, una valiosa contribución a nuestro colectivo y constituye un ladrillo selecto más en la construcción del edificio astrológico. Es de esperar que tenga la acogida que merece y que su autor siga brindando a esta disciplina su esfuerzo y talento investigador, por el bien de la astrología misma.
JUAN ESTADELLA
Barcelona, España
24 de enero de 2023
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