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Sobre el fundamento físico de algunos conceptos astrológicos

Sobre el fundamento físico de algunos conceptos astrológicos
mayo 17, 2023
Autor: David Bustamante S.
Conoce la integridad teórica de la astrología a la luz de una serie de ejemplos explicados con un lenguaje sencillo.

La astrología constituye la expresión alegórica del cosmos.

La astrología –un conocimiento ancestral practicado o estudiado por personalidades históricas que dominaron las ciencias matemáticas y astronómicas (v. gr., Ptolomeo, Magini, Regiomontanus, Galilei, Newton)– se desprende o deriva de leyes de la química y la física, a diferencia de uno de los bienes de consumo que conocemos de la sociedad occidental contemporánea, mejor conocido como horóscopo del periódico, nacido a principios del siglo XX con ocasión del capítulo tercero de Astrology for all (1903) de Alan Leo. De ahí que tendamos a ver, en la literatura seria sobre la materia, conceptos como “combustión”, “bajo la luz del sol”, “relaciones angulares”, “signo ascendiente” o “ascensión”, “cuadratura” o “sextil”, “medio cielo”, “grados eclípticos” o “longitudinales”, “carta diurna” o ”nocturna”, pues se trata de conceptos que apelan a fenómenos físicos desde el punto de vista del observador terrestre y que, como la puesta y la salida del sol durante el día, así como su ascenso sobre y debajo del ecuador a lo largo del año, aun siendo ilusorios, no dejan de producir efectos astrofísicos que nos afectan considerablemente.

Contrario a una creencia popular, la astrología no entraña superstición ni arbitrariedad alguna. Algunos astrónomos podrían corregirnos cuando decimos que el sol “sale” y “se pone u oculta” todos los días, diciendo que “el sol no se mueve”, pero que pareciera hacerlo debido a la rotación de la Tierra sobre su propio eje. También nos corregirían si nos escucharan decir que el sol “asciende” y “desciende” sobre y debajo del ecuador cada 21 de marzo y 21 de diciembre, respectivamente, diciendo que “el sol no sube ni baja”, sino que pareciera hacerlo debido al eje de inclinación de la Tierra sobre el plano de la eclíptica (su propia órbita alrededor del sol), produciendo las estaciones. En cualquier caso, no estarían corrigiéndonos sino solamente la expresión alegórica del o los conceptos astronómicos que, no obstante alegoría, constituyen realidades fenomenológicas.

Hablamos aquí de efectos astrofísicos que expresamos alegóricamente porque producen ilusiones ópticas. Pensemos en los caballos del mar, por ejemplo, para hacer referencia a las olas, sin que las olas constituyan una fantasía, sino realidad. Pensemos en un cielo de algodones para referirnos a un cielo repleto de nubes, sin que las nubes constituyan, también, una fantasía, ni mucho menos el cielo. Pensemos entonces en un eclipse solar. La luna tapa el sol pese a ser millones de veces más pequeña que él. ¿Cómo puede ser tal cosa posible? Simplemente, en virtud de la cercanía de la luna con relación a la Tierra, del mismo modo en que taparíamos lo que sea tengamos de frente si en el primer plano colocáramos nuestra mano, tapando nuestro campo visual, a diferencia de si la alejáramos, momento en el cual lo demás se haría visible a simple vista. He aquí la importancia de la física en la astrología, pues convierte la ilusión en realidad.

Examinemos un poco algunos conceptos de la astrología que no podrían sino solamente evocar nociones naturales y, por lo mismo, presentarse como su expresión poética o alegórica, no como fantasía.

LA SECTA

Esto hace referencia a cuáles planetas se consideran diurnos y cuáles nocturnos, del mismo modo en que consideramos una carta natal diurna cuandoquiera el nativo ha nacido durante el día, o nocturna cuando el nativo ha nacido durante la noche. ¿De qué depende entonces que un astro o planeta sea considerado diurno o nocturno?

Cuando hablamos de la «secta» de los planetas, hacemos referencia, quizás sin advertirlo, a la particularidad de la luz o energía objeto de clasificación diurna o nocturna. Sostiene Brennan (pág. 193. 2017):

“Cada planeta preferiría hacer parte de una carta natal compatible con su secta. Cuando este era el caso, los astrólogos helenísticos empleaban una terminología cónsona con dicha condición, hablando de planetas “más felices” o “regocijados” (chairein).”

Y agrega (ibidem):

“Si el planeta diurno Júpiter, por ejemplo, perteneciera a una carta diurna, estaría en su secta, como lo estaría también Venus en una carta nocturna; y sépase que los benéficos lo son más aun cuando se encuentran en su propia secta, es decir, sus significaciones positivas pasan a primer plano o relucen, acentuándose, haciéndose hincapié. A estrecha semejanza, los maléficos pierden fuerza como tales cuando se encuentran en su secta, siendo el caso de Saturno en una carta diurna o de Marte en una nocturna, reluciendo en cada caso, pues el tiempo del nacimiento aplaca sus significaciones negativas (del mismo modo en que exalta las positivas de los benéficos), promoviendo sus aspectos más positivos o constructivos.”

Sabemos que el promedio de la energía de las moléculas es o tiende a ser proporcional al de la temperatura, por ejemplo. Del mismo modo en que nuestros músculos son más efectivos o trabajan mejor cuando están calientes, también los planetas diurnos cuandoquiera pertenecen a una natividad cuyo tiempo coincide con su secta de preferencia, es decir, cuyo tiempo hace posible la transmisión efectiva de la energía del planeta en cuestión, pues sabemos que la luz transporta energía y, por consiguiente, influye considerablemente sobre los procesos vitales (fotosíntesis y síntesis de vitaminas, entre otras) o, dicho de otra manera, todos los elementos con los que interactúa, porque la materia absorbe, transmite, refleja o transforma la radiación que llamamos luz en energía bioquímica. A propósito de tales procesos, la energía de la radiación habrá de coincidir o resultar compatible con los enlaces moleculares. De otro modo, no habría efecto alguno o este sería inefectivo (Bárbara Domínguez, et al. 2020. La interacción de la luz con las moléculas. UNAM. Vol. 21. Núm. 5). ¿Sería esto lo que sucede cuando un planeta se haya en domicilio? Es decir, cuando se encuentra en el segmento de la eclíptica donde cobra fuerza, aparentemente, en virtud de una especie de magnetismo.

Dice ALPHERAT (1979):

“Una determinada región del cielo está, por así decirlo, saturada de ondas características de esa región y de los planetas afines a ella. De esta manera, cuando un planeta (cuya naturaleza es propia de otra región estelar) atraviesa una zona que no le pertenece, se ve influido por la ‘nota’ característica de esa zona. Las causas de este comportamiento las desconocemos, lo mismo que desconocemos en su esencia la electricidad; pero, a lo largo de los siglos, los astrólogos han ido descubriendo y ordenando sus efectos. Por esto, cuando un planeta se encuentra en una zona estelar que le es propia, que ‘sintoniza’, diríamos, con la propia zona del planeta, se halla bien o ‘está fuerte’ en esa región, es amo o está en su ‘trono’, como decían los antiguos, o es el dueño y señor del signo, como decimos nosotros.” [1]

Así, tenemos que durante la noche, es decir, cuando la luz del sol no alcanza la Tierra en el cielo o hemisferio que preside el nacimiento del nativo, la luz o energía de algunos planetas resulta más poderosa [2], del mismo modo en que la de Júpiter, por ejemplo, lo resulta más bajo la luz del sol, debido a la energía que caracteriza a cada uno de ellos en virtud de sus propiedades.

Brennan señala que los planetas maléficos, por ejemplo, lo son menos cuandoquiera pertenecen a una carta de la secta de su preferencia (operan mejor durante la noche como los benéficos durante el día), del mismo modo en que muchos parásitos pierden fuerza o no sobreviven a altas temperaturas, mientras otros sí, pudiendo, incluso, reproducirse y propagarse. Justo como señalara Hermes Trismegisto, el padre (ya fuera real, imaginario o mitológico) de la mal llamada magia (física): «Como es arriba también es abajo; como es por dentro también es por fuera».

BAJO LA LUZ DEL SOL [3]

Lo mismo sucede cuando estudiamos otro fenómeno también astronómico que la tradición denominó «under the beams», lo cual hace referencia al o los planetas que se encuentran bajo la luz del sol, es decir, a quince grados de longitud eclíptica de él, según la corriente helenística, ya fuera a un lado (ascendiendo antes que él, razón por la cual lo veríamos emplazado delante del sol, a su mano izquierda) o al otro (ascendiendo después de él, razón por la cual lo veríamos emplazado detrás del sol, a mano derecha). Luego, siendo que un planeta muy cercano al sol –independientemente de que se encuentre delante o detrás de él– no puede verse a simple vista, se dice que se pone u oculta bajo el brillo del sol o detrás de sus rayos.

Resulta oportuno explicarlo con una analogía. Cualquier persona que apunte una linterna a nuestros ojos nos impedirá ver lo que tenemos delante, especialmente cualquier objeto ubicado detrás de la fuente de la luz, es decir, detrás de la linterna, mientras el objeto delante de ella, aunque no podamos distinguirlo (es decir, saber qué es), sí podríamos advertir su forma o silueta o, al menos, su presencia, ya que, al encontrarse delante de la linterna, esta lo ilumina (se vería una especie de sombra bordeada por la luz, ya que el objeto tapa el punto específico de la fuente luminosa, es decir, el foco de la linterna desde la cual se origina la luz). Comoquiera que sea, en ambos casos ambos objetos se encontrarían ocultos, especialmente en el primero (totalmente oculto).

De ahí que se diga entonces que los asuntos representados por dicho planeta permanezcan ocultos para el nativo o que este tienda a ocultarlos. Debido a la relación física en juego, por mi parte considero tales asuntos aún más ocultos en el primer caso (detrás del sol) que en el segundo (delante del sol).

LA COMBUSTIÓN

También se dice que los planetas que se encuentran a 9º del sol o menos –especialmente Mercurio– se encuentran “combustos” o “hacen combustión”, es decir, que son asfixiados por el sol. Por consiguiente, no pueden operar correctamente en la figura natal del nativo. ¿No evoca esto –si no constituye una alegoría de– el afamado fenómeno biofísico que el angloparlante conoce como «redox» (reducción-oxidación)? Se trata de un tipo de reacción química en la que se modifican los estados de oxidación de los átomos. Las reacciones redox se caracterizan por la transferencia de electrones entre diferentes especies químicas: una especie (agente reductor) que sufre oxidación (pierde electrones) mientras otra (agente oxidante) sufre la reducción (gana electrones). Se dice que la especie química de la que se extrae el electrón “se ha oxidado” o “ha sido oxidada” (planeta combusto), mientras la especie química a la que se añade el electrón “se ha reducido” o “ha sido reducida” (el sol).

CONCLUSIONES

Los ejemplos expuestos demuestran que nuestra comprensión sobre la disciplina y sus conceptos depende, en gran parte, de nuestra comprensión astronómica y/o astrofísica y los fenómenos en que están sustentados o con base en el cual se predican, lo cual nos permite traducir (explicar) más efectivamente sus mensajes (efectos), es decir, entender de qué forma o manera se refleja el fenómeno en el comportamiento del o los seres vivos cuyos nacimientos uno u otro fenómeno astral presidió.

Lo anterior serviría de ejemplo para señalar algo que venimos sosteniendo desde hace mucho tiempo contra el visto bueno de un sector de la comunidad astrológica: si es cierto que cuanto mejor comprendamos el mundo fenomenológico mejor comprenderemos la astrología (en la física descansan los fundamentos, las respuestas al porqué nos afectan los astros, por qué ejercen su influencia sobre la vida en la Tierra y los demás planetas), es válido inferir que se trata de una ciencia fáctica no exacta, es decir, de una ciencia cuyo objeto estudio no son entidades abstractas (como los números, por ejemplo) sino concretas, independientemente de su componente artístico (el ejercicio interpretativo exige del profesional un intelecto particularmente versátil). Sin duda, es también un arte, como la medicina, pero es primero una ciencia. Con justa razón, sostuvieron los antiguos del Indostán: “La astrología es la ciencia de la luz” («jyotish»). Eduquemos nuestros ojos y hagamos de nuestra vista un lente sensible a la realidad, uno que no confunde alegoría con fantasía.

_________________________

[1] Alpherat. (1979). Tratado de astrología. Construcción científica del horóscopo. KIER. Buenos Aires. págs. 58.

[2] Tenemos plena conciencia de que los dispositivos electrónicos en nuestro hogar producen una energía electromagnética varias veces mayor a la de cualquiera de los cuerpos celestes del espacio exterior, queriéndose decir que tampoco el electromagnetismo serviría de argumento a los astrólogos para explicar el mecanismo de acción a través del cual los cuerpos celestes (más allá de la luna y del sol) ejercen su influencia sobre la vida en la Tierra. Lo más probable, sin embargo, es que o no tenga nada que ver con el mecanismo de acción en cuestión o que, en caso de ser ese el mecanismo más probable, la detección de dicha energía no pueda lograrse todavía. Ciertamente, la Unified Field Theory (teoría del universo unificado) y la Hidden-variable theory (teoría de variables ocultas que propone explicaciones de fenómenos mecánicos cuánticos introduciendo entidades hipotéticas posiblemente inobservables) siguen estando en juego. De hecho, la segunda pretende apoyar fenómenos o efectos físicos constatables cuya causa no podemos explicar aún, y de ella fue precursor BELL en 1964 al tratar la célebre EPR Paradox (EINSTEIN, 1935) que, en 1999, el físico –y pionero de la teletransportación– ANTON ZEILINGER (Universidad de Viena) y su equipo decidieron resolver de una buena vez en las Islas Canarias, comprobando los efectos del «entrelazamiento cuántico» que todavía desafía nuestro sentido común y el realismo mismo. Aunque todavía hoy las explicaciones al respecto son incompletas, se comprobó el fenómeno.

[3] En la traducción al español de la obra de Brennan, Hellenistic Astrology (2017. Amor Fati Publications) ofrecemos traducciones alternativas (v. gr. “bajo los rayos del sol”, “bajo los haces del sol”).

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